11 de Noviembre de 2025
Austin

El escritor chileno J.P. Cifuentes Palma se consolida con “Austin” (2025) como uno de los dramaturgos más arriesgados de Chile. Su obra no se queda en la típica distopía, pues contine una crítica contra lo que él llama “biopolítica”, el racismo que está metido hasta los huesos en nuestra sociedad y el desastre ecológico que nos estamos comiendo. Y lo hace con una dramaturgia postmoderna y repleta de simbolismo.

El autor es un nómada, que vive y trabaja entre Chillán Viejo y Vallenar, dos ciudades distantes entre sí, lejos del “meollo” cultural de Chile. La producción cienciaficcionaria del escritor no solo ayuda a descentralizar la producción artística nacional, sino que propone nuevas maneras de entender el teatro como una forma de resistencia. Es como si dijera: “Desde los márgenes del país, vamos a gritarle al mundo que no nos vamos a quedar callados ante la catástrofe”.

Cifuentes Palma, que ya nos había sorprendido con “Oulu” (su primer acercamiento a la ciencia ficción), deja clarísimo que le gusta jugar con los límites. En “Austin”, su segunda obra, se lanza de cabeza al caos, a la fragmentación, a los discursos que se interrumpen, a las voces que no se entienden y a las escenas sin indicaciones. Él mismo lo dice al final: “¡No me gustan las reglas del teatro clásico!”. Y así, nos entrega una obra que es una mezcla de guion de cine y relato testimonial.

Pero ojo, que esto no es solo por lucirse. ¡La forma de la obra tiene mucho que ver con lo que cuenta! En un mundo donde nos mienten a la cara, donde los recuerdos están guardados en robots y los gobiernos hacen desaparecer a los muertos con la excusa de un asteroide, ¡esta estructura rara y repetitiva se convierte en una forma de protesta y en un grito desesperado por recuperar el sentido!

La idea central es fuerte: un avión que iba con destino a Chile tiene que aterrizar de emergencia en Austin (Texas). Lo que parece un problema técnico es, en realidad, un experimento biológico secreto. ¡Una infección zombie que se convierte en una metáfora de una sociedad que ha perdido todos sus valores! Aquí es donde “Austin” se luce como un símbolo de la paranoia que nos da la tecnología: robots en el aeropuerto, un niño con una sangre “mágica” que en realidad es valiosísimo para los científicos, y un fuego que arrasa con todo.

Cifuentes Palma nos cuenta una historia donde el virus zombie no es solo un recurso de terror. ¡Es una herramienta política! La “zombificación” no es solo física, sino también por culpa de los medios, de la economía y de la moral. Las autoridades lo niegan todo, la gente obedece sin pensar y las “soluciones” son balas, encierros y racismo.

En “Austin”, nada es lo que parece. El aeropuerto se convierte en un lugar entre la vida y la muerte, entre el pasado y el futuro. La repetición constante de frases como “En Austin no hay discriminación”, “Estoy en Austin”, “No estoy loco” es como un mantra distorsionado de una sociedad que no quiere aceptar que todo se está yendo al carajo. En este sentido, el niño U, con su sangre convertida en agua, representa la esperanza manipulada, el sacrificio médico, pero también es como el “último mago” en un mundo sin magia. ¡Un niño salvador al estilo de las películas futuristas!

Con estas imágenes llenas de simbolismo, Cifuentes Palma tuerce el lenguaje para mostrar la violencia que está escondida en el sistema. El teatro aquí no busca mostrar la realidad tal cual es, sino enfrentarla, cambiarla, obligarnos a pensar en cosas incómodas. ¿Quién decide quién vive y quién muere? ¿Podemos seguir siendo humanos en un mundo lleno de máquinas? ¿Qué nos están ocultando?

J.P. Cifuentes Palma es importante no solo por lo que escribe, sino por dónde lo escribe. Desde Chillán Viejo, la ciudad histórica de Chile o desde Vallenar, la entrada al desierto profundo, crea obras que se alejan de los lugares comunes y nos muestran otras catástrofes: el desierto, la dictadura, las abducciones, los desaparecidos, la marginalidad sexual. Por eso, “Austin” es una obra muy chilena, aunque la historia pase en Estados Unidos porque el horror, como la violencia, no tiene fronteras.

Su forma de contar historias nos invita a una ciencia ficción que no olvida la política ni la experimentación. En un país donde el teatro de ciencia ficción siempre ha estado relegado, Cifuentes Palma llega con una propuesta que te hace pensar y que lo pone como una de las voces más originales del teatro chileno.

En resumen, “Austin” no es solo una obra de ciencia ficción. ¡Es una advertencia! Un grito en medio del incendio. Un registro simbólico del fin del mundo. Y, sobre todo, una invitación a pensar en el futuro desde lo que queda de nuestra humanidad. Zombies, robots, niños con poderes, gobiernos corruptos: todo cabe en este teatro postmoderno de ciencia ficción que nos hace cuestionar lo que creemos que es normal. Cifuentes Palma no busca que te sientas cómodo: te arrastra al infierno y te obliga a mirar.

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